La putrefacción social se habría ocupado de amparar la crucifixión de la verdad. La organización de las altas esferas habría promovido un bienestar elitista degustado por un porcentaje social ínfimo. Y las guerras más dolorosas dejaron de librarse con armas físicas hace años; día tras día son cada vez más personas que sufren desde el cuadro psicológico debido a los numerosos factores que se encargan de amedrentarnos, de confundirnos y de hacernos olvidar que la fuerza siempre ha residido en nosotros.
¿Esto es lo que vamos a dejar a nuestros hijos? Es cierto que las adversidades hacen más fuerte al guerrero pero ¿están ellos preparados? ¿Y nosotros? ¿Sabremos guiarles sabiamente?
Decía John Rockefeller que lo importante para un joven es establecer su carácter, una reputación y un crédito. Con el panorama que asola al país es difícil, pero no imposible. Si lo pensamos, la crueldad de esta anarquía mental permite sólo la supervivencia del más fuerte o el más desalmado. Todo guerrero tiene sus cicatrices pero, ¿desde cuándo la vida ha de ser sinónimo de constante sufrimiento?
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